Llevo días con miles de pensamientos en la cabeza revoloteando y yendo de un lado para otro, dando bandazos. Las rupturas, ya sean repentinas o consensuadas, siempre son algo complejas de digerir si suceden con alguien realmente especial para nosotros.
Ya son demasiadas horas de reflexión y conversación, de observación interna, de preguntas sin respuesta, de respuestas que no tienen preguntas... De buscar motivos, recabar hechos, rebuscar señales... De algún que otro momento de impotencia y frustración, de tristeza vacía y desgana temporal... (Todo ello aderezado con miles de visitas a páginas astrológicas por si los astros tuviesen algo que aportar a la causa.) Esto ha ocasionado que me resulte casi imposible ponerme delante del ordenador y escribir, en un intento de sacar una conclusión responsable y anestésica que me ayude a comprender todo lo que me está sucediendo actualmente. Que me alivie, de algún modo. (Para eso necesitamos respuestas, para aliviarnos.)
Hay días en los que lo veo todo muy claro y hay otros en los que me cuesta mantener esa claridad.
¡Qué curioso es el mundo de las emociones y los sentimientos!
De entre toda esta marea de pensamientos, hay algunos más superficiales y otros tantos más profundos. Algunos me culpabilizan directamente a mí, consiguiendo que me desestabilice y pierda un poco el equilibrio, aunque la gran parte de ellos poco o nada tienen que ver conmigo, sino con la manera en la que cada cual es capaz de observar y comprender el amor; con esa forma que tenemos de estar en el mundo y de relacionarnos con él, con nuestras ilusiones, con nuestras expectativas, con nuestros miedos y nuestros traumas. Algo que no está en mis manos, que no me pertenece.
Yo he estado indagando mucho dentro de mí por si hubiese algo que debiera cambiar o trabajar. Algo que me sirva de aprendizaje y, sí, he encontrado algunas cosas. Igual no tienen demasiada importancia, pero aprender de nuestros errores y aciertos es la mejor forma de experimentar un crecimiento, de madurar, de ir concretando el camino hacia donde queremos dirigirnos.
A veces nos obsesionamos tanto en encontrar una razón que incluso la vemos donde no existe.
Es muy complicado razonar un sentimiento. Es muy difícil encontrar una excusa concreta sobre algo tan etéreo como una emoción sostenida en el tiempo... Y nos inventamos causas y damos una importancia desmedida a hechos que poco o nada tienen que ver con el amor, pero nos ayudan a no ahondar en lo profundo, en lo que depende de nosotros, en nuestros asuntos no resueltos, en esas heridas que otras personas nos produjeron y que creemos revivir al mero roce, sin tener en cuenta que es algo que debemos solucionar nosotros mismos y poco o nada tienen que ver con lo que nos rodea.
Quizás haya llegado el momento de entender que una relación no es una forma de estar con alguien sino de ser junto a alguien.
En ella no hay manual de instrucciones ni casillas que ir completando, no hay imposiciones, sino sugerencias, no hay mandamientos sino preguntas. Tampoco hay tiempos concretos ni etapas que ir sorteando. Los sentimientos llevan su propio ritmo, el ritmo de nuestro corazón y nuestras circunstancias. De nuestro momento vital.
El momento perfecto no existe, pues nuestra vida no es perfecta. ¿Por qué creer que ha de ser así?
¿Por qué seguimos pensando que el amor nos salvará de todo?
La magia del amor es la energía que éste nos desprende para ayudarnos a avanzar y crecer. No es una varita mágica que con su toque nos convierta en seres de luz y haga desaparecer todo lo que nos oprime y nos asusta.
No, no, no. Esto no es así.
Quizás haya llegado el momento de comprender que ser junto a alguien no implica dejar de lado tus sueños y cambiar necesariamente tus rutinas, sino de avanzar de manera conjunta hacia el mismo objetivo, con empatía, con asertividad, con paciencia, con ganas... Desde la bondad, la honestidad y la ternura. Desde el cariño y la admiración mutua. Se trata de construir algo nuevo con una visión compartida. Y en esa construcción hay que elegir un sin fin de materiales, hay que crear un montón de soluciones a los problemas que van surgiendo y hay que fijar muy bien los cimientos a base de conversaciones de todo tipo. En algunas podremos expresar nuestras prioridades y necesidades, en otras, deberemos escuchar la que el otro puede necesitar y así ir realizando los ajustes necesarios… Ajustes que habrá que ir revisando continuamente, por que sí, porque el amor se “practica” a diario y no exclusivamente sobre una cama.
Para mí, una relación es algo parecido a una profunda amistad con alguien que habla en tu mismo idioma, aunque se utilicen diferentes lenguajes del amor; que es capaz de sostenerte cuando las cosas no van tan bien y de bajarte a la tierra cuando te alejas demasiado por las nubes. Es una intimidad compartida más allá de la piel, mucho más. Una conexión del alma, de la vida, de los sueños. Un divertimento, una montaña de nuevos conocimientos y percepciones, una nueva mirada, un estimulante…
Es una balanza en la que rara vez los dos individuos van a encontrarse en el punto de equilibrio medio e ideal. Esa idea romántica es un engaño que hace estragos. En las películas todo sale bien, pero ya va siendo hora de que recordemos que son eso, ficciones. Por más realistas que parezcan, la realidad siempre supera cualquier invención. Y ya sabemos de sobra que el equilibrio es imposible, ¿por qué obsesionarnos con encontrarlo?
Amar implica voluntad y esfuerzo y a veces no se disponen de todas las fuerzas suficientes para acompañar al otro como realmente nos gustaría, aunque seamos conscientes de que el otro también necesita atención y cuidados. Reconozco que hay que tener mucha seguridad en uno mismo para poder mantener las ganas de seguir hacia adelante cuando no sientes cubiertas tus propias necesidades, pero creo que no es algo imposible. Luego, la vida se encarga de que vayan sucediendo cosas y surgiendo obstáculos que pueden desconectarnos momentáneamente de nuestro vínculo, por mucho que nos esforcemos en mantenerlo, y es entonces, cuando más valientes debemos ser en mantenerlo seguro y confortable. Aquí es donde la confianza aparece y se concentra... En buscar soluciones y llegar a consensos, si creemos que merece la pena, claro.
Si no la merece, ¿para qué continuar con ello?
Tirar la toalla, simplemente, por no “hacernos cargo” es una manera de huir.
Tengo la sensación de que nuestros egos están sobrealimentados y somos incapaces de entregar absolutamente nada sin esperar algo a cambio. De esta forma, vamos acumulando sinsabores que dañan nuestra propia percepción de los hechos. Nos ciegan, nos convierten en personas egoístas que se agarran a ideas inconexas y vacías que poco o nada tienen que ver con el amor, sino con lo que "pensamos que necesitamos", olvidando que lo que "realmente merecemos" es mucho más importante.
Y lo importante no es una casa, ni unas vacaciones, ni un reloj, ni una cena, ni nada de eso. Lo importante es una mirada, un pensar en el otro constante, cuidarle y priorizarle en la medida que podamos, en atenderle y escucharle siempre que lo necesite y ofrecérselo… Sin descuidarnos por el camino. Es estar abierto a los cambios, al consenso, a la aceptación.
A veces nos tocará cuidar y en otras tendremos que ser cuidados.
¿Por qué pensar que esto no será así?
Quizá aquí se concentre nuestro mayor miedo.
_________________________________________________
De todo esto, me quedo con la parte más dulce. La de saberme capaz de amar y de entregarme tal cual soy, con mis luces y mis sombras, con mi tenacidad y con mi absoluta ternura.
Puede que todavía no sea posible divisar el futuro de la forma más adecuada, pero es cuestión de tiempo. Ahora me relamo las heridas (que hay alguna) y me cobijo entre libros y canciones. Ahora toca fijar nuevos objetivos e ilusiones y enfocarme en aquello que me hace sentir bien, que me hace ser quien soy, que me ha acompañado durante toda mi vida: yo misma y mi ilusión.
Durante las próximas semanas estaré recluida en la naturaleza, con poco más que un libro, un charco de agua y una libreta. No necesito mucho más.
Me he propuesto empezar con mi nuevo libro y tengo la intención de escribiros por aquí a diario.
¿Os apetece acompañarme?
Lo titularé "Postales de verano". Deberéis estar suscritos para poderlo continuar cada día. :) (Y esta semana ya salen hacia vuestros buzones las próximas postales)
Os deseo un feliz domingo.
Nos leemos.
Con cariño, Ales.
Esta postal llegó en el momento preciso, gracias por el cobijo en palabras Ales.
Que tus semanas en la naturaleza te reconforten, cariños!